martes, 14 de abril de 2015

Un paseo

Sentado en su sillón decidió salir a dar un paseo para despejarse.
Hacía buen tiempo y en casa el ambiente estaba enrarecido.
Caminó hasta la plaza y continuó hasta la iglesia chica, porque en el pueblo había dos, y continuó rodeando el mercado de abastos, subiendo la calle que llevaba a la estación. Bajó la calle que salía a la izquierda y en la esquina de Correos torció a la derecha, entrando por la parte de atrás en la Plaza Mayor, dejando atrás la estatua al conquistador, el Ayuntamiento, el Casino y la iglesia grande, porque en el pueblo había dos.
Siguió andando hacia las afueras pasando la gasolinera y un restaurante de carretera donde años atrás celebraran el bautizo del mayor de sus nietos.
Pasó el puente que hacía de límite con el pueblo vecino y siguió paseando, a ritmo tranquilo, campo a través, sin prisa, rodeando alguna cerca, sorteando algún tronco caído y algún riachuelo seco.
Llegó al pueblo vecino y lo atravesó, como atravesó los siguientes tres pueblos hasta el final de la provincia. Paró.
Se ató los cordones y mantuvo su rumbo llegando a la frontera con el país vecino. La quiso cruzar pero una enorme valla se lo impedía.
Entonces miró hacia el cielo y elevándose se perdió en el horizonte.

Mientras tanto su cuerpo descansaba en el sillón.

lunes, 6 de abril de 2015

Tonos

Sonó el tercer tono.
Tras el cuarto, al otro lado del teléfono contestó una voz femenina.
Al “Dígame” Agustina replicó con un “¿Sabes quién soy?”.
Y enlazó con un “¿Cómo estás?”, un “¡Cuánto tiempo!” y un “¿Qué es de tu vida?”.
Le preguntó por su matrimonio, sus hijos, sus nietos, su hermano el de Málaga, el trabajo, la salud (si ya estaba recuperada de lo de la rodilla), las vacaciones del verano anterior, la última película que había visto en el cine, si se había terminado el libro que le regaló para su cumpleaños y por el gato siamés.
Que si había pintado el piso, que si el coche seguía portándose en los viajes largos, que qué opinaba de ciertas medidas que habían tomado los dirigentes de un partido político, que ella ya estaba superando lo de su marido, que los hijos venían de vez en cuando, que lo había pasado “regulín” últimamente, que se le caían las paredes, que si esto, que si aquello.
Recordó viejos tiempos y propuso verse pronto para tomar un café.
Fue aquí donde la voz femenina hubo de pararle los pies pues tras treinta y tantos minutos se le hacía tarde y tenía que recoger al niño del colegio, algo que no podía esperar porque estuviera hablando por teléfono con una desconocida.
Muy educada, Agustina se despidió con una sonrisa y colgó el teléfono.
Volvió a levantarlo y marcando otro número al azar se dispuso para vencer otro ratito a la soledad.

Un tono. 
Dos tonos.