martes, 17 de febrero de 2015

Decepciones

El día anterior el agua rompió a hervir. Añadió los macarrones. Se ablandaron. “Al dente” pensó. Los escurrió y los sirvió en un plato. Cogió el bote de tomate y se sentó a la mesa.
Trató de abrir el bote. Varias veces. La derecha le dolía y lo intentó con la izquierda. Le dio unos golpes a la tapa y lo volvió a tantear. Probó con un trapo, con un cuchillo, lo sacudió y le dio toquecitos en la parte de abajo.
Le propinó patadas, saltó encima, lo lanzó contra la pared, le aplicó calor y luego frío. Lo atacó por sorpresa, lo intentó convencer, le dio con vaselina y decidió ponerse guapo y salir esa noche.
En el bar de luz tenue apuró un tercio de cerveza mientras miraba alrededor. Eligió, habló, bailó y sedujo al tipo (Rubén se llamaba) más fornido que encontró. No le gustaba pero se lo llevó a casa, se acostaron, le costó, siguió sin gustarle, esperó a que estuviera satisfecho, se durmió.
Amaneció y le acercó a su conquista el bote de tomate.
Rubén trató de abrirlo. Varias veces con ambas manos.
Mientras le daba golpecitos a la tapa le pidió un trapo.

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